• El sueño de Misoil.

    (Itadakimasu)

    Había una vez, en las afueras de Kioto, un pequeño pueblo donde vivía un chef llamado Katsura, cuyo lema era: "Cuando los mejores sabores se unen, la vida se vuelve sublime."

    Una madrugada de luna llena, mientras dormía, Katsura tuvo una revelación que cambiaría su vida: él, un cocinero que jamás había abandonado Japón, descubriría y legaría a la humanidad un producto que contendría lo mejor de Oriente y Occidente, mejorando la experiencia gastronómica y la salud de millones de personas en todo el mundo.

     

    Al despertar, tuvo claro cuál sería su propósito a partir de esa fecha: alcanzar su sueño. Inmediatamente se puso a ello. Pasó varios días y noches experimentando frenéticamente en su cocina, mezclando y fusionando cientos de ingredientes provenientes de todo el mundo, pero ninguno estaba a la altura.

  • Un día, mientras paseaba por el bosque buscando hongos y plantas silvestres, un kitsun -—un animal que adopta la forma de un zorro y se distingue por su inteligencia y astucia - guió a Katsura hasta una pequeña parada de un mercado cercano. Lo han adivinado ustedes: allí, justo en esa pequeña parada, el cocinero descubrió el primero de los ingredientes, el hatcho miso, lo mejor de Oriente. Su irresistible textura y sabor complejo le asombraron, y de inmediato supo que esa receta, que se había mantenido en secreto durante siglos, era uno de los ingredientes que necesitaba su condimento. El yang. Entonces comenzó la búsqueda de su complemento perfecto, el otro ingrediente, el yin, que sublimaría ese sabor tan especial.

    Katsura sabía que ese otro producto que debía encontrar estaba en Occidente, pero… ¿dónde?

    Otra noche de luna llena, soñó un pintoresco paisaje: una colina dominada por cientos de olivos milenarios bajo un cielo azul, donde solo un pequeño molino rompía el orden armónico de esos árboles de troncos tan misteriosos. De fondo, a lo lejos, se escuchaba el lamento rasgado de una guitarra española. Aún en sueños, Katsura sintió excitación. Y al despertar, supo lo que debía hacer: partir inmediatamente en búsqueda de ese lugar. Envolvió una buena cantidad de hatcho miso como si fuera un recién nacido y, tras asesorarse bien - Katsura nunca dejaba nada al azar - decidió empezar su viaje en el rincón más occidental del sur de Europa, en una península donde le habían dicho que los poetas cantaban a los olivos y las guitarras ponían música a su poesía.

  • Una vez allí, su febril búsqueda de aquella colina ensoñada lo llevó a una encantadora aldea. Allí le esperaba el molinero Antón, un buen hombre que conservaba la tradición milenaria de prensar y extraer el aceite de oliva más puro. Y la magia sucedió: el hatcho miso que había llevado consigo Katsura y el oro líquido proveniente de las olivas arbequinas de Antón, juntos, fusionados, provocaron un estallido de sabor como ninguno de los dos había experimentado jamás. Katsura y Antón vivieron una asombrosa quimera gustativa con notas de umami. Ése era su sueño hecho realidad. El yin y el yang. Oriente y Occidente. Armonía y complejidad. Sabor y salud. Había nacido THE ORIGINAL MISOIL.

    Desde ese momento, Katsura dio a conocer su creación a todos los cocineros y comensales
    que encontró en su largo camino de regreso a Kyoto. Corrió la voz, y cada vez había más y más cola de gente esperando su llegada. Y dejó tras de sí una estela donde su producto se convirtió en el exquisito y singular elemento imprescindible para acompañar cualquier plato, desde unos humildes huevos fritos hasta un delicado bocado de pez mantequilla crudo.
    Tanto es así que la historia de Katsura y Antón se ha convertido ya en leyenda, alcanzado
    la inmortalidad, trascendiendo las fronteras gastronómicas y demostrando que la unión de dos culturas milenarias tan potentes sólo podía aportar algo muy bueno a la humanidad.

  • Para acabar, un pequeño secreto: sepan ustedes que siempre que brilla la luna llena, en las cocinas de todo el mundo, sin excepción, se susurra una bonita palabra en memoria del valiente Katsura y el sabio Antón: Itadakimasu*. Es la manera de recordarles con respeto y agradecimiento por habernos legado un pequeño milagro que transforma cualquier humilde alimento en un manjar de dioses.

     


    *Itadakimasu: palabra japonesa que se emplea para mostrar gratitud a todas las personas que han intervenido en el proceso de hacer posible los alimentos que vas a disfrutar.